En unos días en los que se habla mucho de los liberados sindicales como gran problema de la crisis que sufrimos, vamos a repasar como funcionan otro tipo de liberados que no aparecen tanto en los medios.
Por una parte os presento un ejemplo meridiano de liberada política: Nada más y nada menos que la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fatima Bañez, la responsable política de la última reforma laboral. Bien pues Fatima no ha cotizado nunca en empresa alguna, es decir siguiendo el discurso de sus acólitos, no ha trabajado nunca. No solo eso, tampoco ha aprobado ninguna oposición para obtener un empleo público. Entonces, ¿como ha sobrevivido esta mujer hasta hoy? Y sobre todo ¿qué méritos ha hecho para llegar a ser nada menos y nada más que Ministra?
Repasemos su curriculum: Nacida en 1967, se licenció en Derecho y Económicas/Empresariales. “Profesionalmente” no hay datos hasta que no cumple los 30 años, cuando ocupa cargos en la dirección del PP de Andalucía y de un puesto en el Consejo de Administración de RTVA (imagino que deslumbrados por su curriculum hasta entonces). Luego ya pasa a ser Diputada en Cortes. Una liberada política que ha firmado el ataque a la clase trabajadora más brutal que se recuerda.
Por otro lado están los liberados patronales, sí liberados patronales, ya sé que tras el nombre de liberado siempre viene el apellido sindical, pero no es el único, ni siquiera es mayoritario.
La administración pública, se gasta al año 400 millones de Euros en subvencionar a las organizaciones patronales. La propia CEOE reconoce tener 35000 liberados patronales, es decir personas dedicadas a defender los intereses de la Patronal a jornada completa. Cierto es que los salarios de los liberados patronales no salen solo de las subvenciones públicas, sino también de las cuotas empresariales, pero sí que la principal fuente de ingresos de la CEOE son las subvenciones.
Los trabajadores solo tienen 4200 liberados que se dedican a defender los derechos de los trabajadores en las empresas. Como vemos la batalla es desigual. El Estado, ese que tanto critican los adoradores del neoliberalismo, favorece a una de las partes de esta guerra, pero no es la débil, a la de los trabajadores, sino a la poderosa, a la que tanto se queja del intervencionismo estatal, pero claro silenciando el que le favorece.
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